sábado, 23 de febrero de 2019

Cristo en la Cruz 1604. Federico Barocci

Junto a la emotividad religiosa y el perfecto tratamiento de la anatomía, lo más atractivo de la composición es el paisaje, que reproduce la vista que se contempla desde la casa de Barocci en la via San Giovanni de Urbino. En primer término a la derecha aparece el Convento de Santa Catalina y el Palacio Ducal, a cuyos pies se extiende el Mercatale, limitado a su derecha por la Ermita de San Rocco. En un plano intermedio se distingue el pueblo de Valbona con el Palazzo Palma, y más allá, se extiende un frondoso paisaje. Al fondo se alzan el Catria, el Petrano y el Nerone, montes que marcaban los límites geográficos del ducado de Urbino.
La historia de esta obra es pareja a la del Nacimiento, pues ambas se pintaron para el mismo patrón y encontraron acomodo definitivo en la Colección Real española. Barocci realizó esta obra en 1604, recibiendo 300 escudos de oro de Francesco Maria II della Rovere, quien al testar en 1628 estipuló la entrega del cuadro a Felipe IV tras su muerte. En 1631 fallecía el duque de Urbino (cuyo féretro, según Bellori, fue colocado a los pies del Cristo en la Cruz), y poco después Felipe IV recibía la pintura, que destinó a la capilla del Alcázar. Sin menospreciar su emotividad religiosa o el perfecto tratamiento de la anatomía, lo más atractivo de la composición probablemente sea el paisaje, a menudo señalado como el primero de la pintura italiana, que reproduce la vista que se contempla desde una de las ventanas de la casa de Barocci en la Via San Giovanni de Urbino. Se conservan dibujos preparatorios en Berlín y Florencia y están documentadas varias copias, algunas encargadas por el propio duque de Urbino a Ventura Mazza en 1604, 1605 y 1611 (Texto extractado de Falomir, M. Guía. Pintura italiana del Renacimiento, Museo del Prado, 1999, pág. 110).

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