La Virgen María es una de las figuras más importantes en el cristianismo. Es reconocida como la madre de Jesús y venerada en distintas tradiciones cristianas, especialmente en el catolicismo, la ortodoxia y algunas denominaciones protestantes.
Jesucristo, Nuestro Salvador
“¡Oh santo padre bondadoso! Socórreme en este momento de tormento y permite que mi alma y corazón estén siempre a tu lado. Aparta de mi conciencia el mal y haz florecer el jardín en mi ser para que no coja el sendero equivocado en la vida. Dame una señal de que soy escuchado y permite que mi fe en tu nombre crezca como lo fue antaño. Sé que superaré este tormento por tu santa figura celestial. Amén”.
“Santo Señor celestial, sé que tú me guías y me acompañas en cada trayecto de mi vida y sé que tu luz siempre está presta a iluminarme en mis momentos de oscuridad; sé, además, que tu piedad bondadosa se apiadará de este humilde servidor. Ante ti me hinco, señor, para pedir redención espiritual. Aleja de mis pensamientos el pecado y permite que tome tu camino de felicidad, prosperidad, dicha y amor. Dame fuerza y fe como solo tú sabes darla. Amén”.
El Santísimo Cristo de la Reconciliación es una imagen de Jesucristo crucificado de gran calidad artística, hecha en madera policromada por el escultor sevillano Ricardo Rivera Martínez en 1936. Preside la capilla que lleva su nombre en la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, situada en el municipio homónimo, en la isla de Tenerife (Islas Canarias, España).
«No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera».