Estoy mirando al mar que me pregona
la inmensidad de Dios, y en su lenguaje
el rugiente baiben del oleaje
salmos de admiración a Dios entonan.
Redondo el astro sol se desmorona
dejando tras de si rojo celaje
la noche pone velos al paisaje
y el cielo de luceros se tachona.
¡ Sublime soledad !... ¡ El mar y el cielo !
-prisioneros los dos de un mismo anhelo-
se abrazan en la incierta lejanía
¡ Siento cerca al Creador !... ¡ Su voz me llama !
y en tanto que mi Fe de amor se inflama,
mi corazón palpita de alegría.
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